LIEN CARRAZANA-Dossier
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Terapia de grupo

Goodbye to the roof

Recordé una idea de obra que alguna vez un amigo esbozara a modo de chiste. La propuesta en cuestión consistía en apuntalar el techo del Centro de Desarrollo de las Artes Visuales. Por supuesto, mi amigo nunca llevó a cabo tal idea, que más tarde vi realizar de manera similar por otros artistas, no precisamente en este espacio que menciono. Esto viene a mi mente justo porque recuerdo el día inaugural del pasado Salón de Premiados, donde muchos aguardamos en reducidos grupos para poder acceder a las salas, debido a las fatales condiciones de deterioro del inmueble, que posee espacios en franco peligro de derrumbe. Aquello se ha convertido en una especie de evocación de lo que sospechaba, comenzaría a desatarse en La Habana, en el terreno de las instituciones promocionales de la Plástica.

Dos meses antes la Fototeca de Cuba había suspendido sus actividades expositivas debido a su lamentable estado físico ambiental por la caída de un fragmento de su techo, lo que ha conllevado a la clausura de otro de los espacios promocionales de la ciudad, en particular el eje del quehacer fotográfico en el país. Asimismo, días mas tarde recibo como es habitual la programación de las galerías de la ciudad para el mes de junio y es donde confirmo los rumores, nada infundados, del cierre por reparación del Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam; de modo que el círculo ha comenzado a estrecharse para el arte promocional, o ¿será acaso que el deterioro físico de estos espacios denota un deterioro en la dinámica profesional de estas instituciones y del arte encaminado a una óptica puramente promocional?.

Promoción VS Mercado, el dilema de siempre. ¿No será que es más fácil salvarse uno mismo antes que nada ni nadie, al precio de poner nuestros pies sobre el pecho hundido de otros? Salvarse todos es más utopía que otra cosa, pecaría de ingenuo quien pretendiera a estas alturas proponerse la hazaña de salvar el mundo. Pero será también que se habrá perdido la motivación antigua del disfrute, será que es arcaica y demasiado romántica la idea de un arte por amor al arte; y el artista ha asumido que el arte es sudor de la frente, es pan para la cena, es un empleo como otro cualquiera, como hacer tuercas… No, sería injusto decir eso, cuando yo sé de quienes sufren y se retuercen en sus asientos y llevan a las salas de una galería algo de lo que hacen… qué también les sirva para darles de comer, porque señor mío, hay que comer. No obstante, esos tienen en su block de notas, esas ideas que no han hecho, que desean hacer, pero que se van quedando rezagadas ante la dinámica terrible, ante la rueda dentada del hoy, ante la exigencia de un tiempo que se ha tornado mezquino, calculado, frívolo en exigencias, que pondera fama y gracia antes que talento, donde vence el más fuerte, sin que fuerza sea sinónimo de inteligencia, de bomba, de luminosidad, de concreción, de aptitud.

Ahora fuerza es cinismo, es hipocresía, es ingeniosidad, es gracia, es marketing, es ser un Fausto contemporáneo con chancletas playeras y camisa guess. Por eso es posible que también esos espacios promocionales estén destruidos desde antes. Pero me pregunto entonces, ¿dónde expondrán los artistas que aún intentan mostrar su trabajo lejos de la presión del mercado y/o porque no tienen cabida entre las filas de “los pocos elegidos” que copan los espacios comerciales de la ciudad? Debemos acaso despedirnos de un arte que se siente libre de expresarse en cualquier soporte sin restricciones, un arte que se arriesga, porque quien no arriesga no gana y que en esos espacios de libertad podía coexistir sin las limitaciones de géneros y paradigmas que imponen las galerías comerciales rigiéndose por el mercado (escaso, ilusorio y pedestre en el contexto nacional). Ésta es una pregunta en el aire, mientras tanto, yo rememoro mi fallida visita al Salón de Premiados, visualizando la ironía de que el premio a estos premiados ha sido protagonizar un time out para este lugar que representa por su nombre (al menos) el espacio puntera del devenir contemporáneo en Cuba.

Triste sobretodo, cuando sabemos que toda palabra es trampa. Que muchas veces mal usamos y abusamos de las palabras, construimos un lenguaje agresor, traicionero, que pocas veces somos fieles a los rótulos que van bajo determinadas cosas. Fingimos levantar la bandera por algo que yace hace tiempo en el piso. Ya no se puede pensar tampoco en esa idea romántica del arte por el arte, obviar el contexto es de un naif grotesco, pero la balanza no puede inclinarse tanto, pues es peligroso topar con los extremos. Confío en la idea del equilibrio, de que el arte ha cambiado, que la lírica percepción de los años estudiantiles le abre paso a una idea de combinar investigación seria y comprometida, con gracia, visualidad (factor imprescindible) y profesión, que inserte al artista contemporáneo en el lugar que le corresponde, logrando sacar de esta experiencia no sólo el placer de la creación, sino la posibilidad de hacer de su trabajo un recurso objetivo para vivir (pero conciliar estos factores suena más a utopía que lo de salvar al mundo), tanto como creer que volveremos en unos meses a entrar en el Centro de Desarrollo nuevamente.

Por el momento no visualizo respuestas para tantas dudas, no las tengo en lo absoluto, ni soluciones, yo tampoco creo en la salvación global de nada, ni en que un sólo hombre puede contribuir a arreglar el mundo. Pero entiendo la histeria silenciosa que puede suscitar ahora mismo esta clausura, este apuntalamiento, este desplome que va más allá de lo físico. Debemos detenernos no sólo a pensar en el hecho de que cuando una casa se cierra, tiende a desmoronarse más pronto, metafóricamente esa casa cerrada es un signo de derrota, de decadencia. ¿Cuándo volverá a abrirse? Eso nadie lo sabe. ¿Dónde podremos volver a encontrar un arte que nos redescubra, que tambalee el suelo donde pisamos, que nos haga alegrarnos de interesarnos por el Arte, que no sea aburrido o un mero pretexto comercial? ¿Será pedir demasiado un lugar en el tiempo, un espacio en la mente de quienes si pueden cambiar el mundo (un poco al menos)? ¿Existen esos capaces de girarle el curso a esta situación? Algunos están estupefactos, otros votan por la ironía, varios por la indiferencia, lo cierto es que sólo queda esperar a que el techo caiga, y mirar desde la acera del frente como los bomberos recogen los escombros de nuestra época. Hasta que otra cosa sea, paciencia, palabra de orden aprendida a la fuerza.

Publicado en Noticias de Arte Cubano
Lien Carrazana Lau
Artista y escritora
No. 9-10, Año 6, Agosto-Septiembre 2005